Pruebas Estandarizadas : “Una puerta cerrada a la diversidad”
Por Alicia Barrios Benítez y Shaila Mª Díaz González.
La preocupación por la mejora cualitativa de la educación está presente en la práctica totalidad de los países desarrollados o en vías de desarrollo de manera que a las administraciones públicas les resulta imposible obviar el debate sobre la calidad de la educación y los medios para mejorarla.
En el contexto de ese debate la evaluación ocupa un lugar cada vez más central, junto a otros elementos tales como la actuación profesional del docente, el proceso de diseño y desarrollo del currículo, o la organización y funcionamiento de los centros educativos.
Las pruebas de logros no deberían ser utilizadas para evaluar la calidad en la educación (”Emplear pruebas estandarizadas de logros para averiguar la calidad educativa es como medir la temperatura con una cuchara” [3]), dado que las puntuaciones de los estudiantes en estas pruebas no suministran un indicio preciso de la eficacia de la enseñanza, ya que “existe un desajuste significativo entre lo que se enseña y lo que se mide” ya que el contenido de las pruebas estandarizadas no es abordado satisfactoriamente en los libros de texto escolares. Esto puede conducir a que las pruebas estandarizadas fomenten una instrucción que enfatice el aprendizaje de memoria enfocado en conocimientos y capacidades de bajo nivel; y que conducen a enseñar sólo lo que se va a evaluar, a reducir el plan de estudios, y a un énfasis en opiniones superficiales y sin fundamentos, a expensas de un pensamiento disciplinado y razonado, tal y como lo expresa Cummins: “los maestros están presionados a obtener altos puntajes, generalmente gastan mucho tiempo de sus clases practicando lo que va a ser evaluado en la prueba, focalizándose más que todo en las habilidades básicas evaluadas”. [4]
Otra preocupación es que las pruebas estandarizadas que abarcan tantos conocimientos “permiten hacer comparaciones significativas entre estudiantes basadas en sólo un conjunto pequeño de ítems”, por lo que los resultados de dichas pruebas pueden ser fundamentalmente injustos y tal vez perjudiquen a muchos grupos de niños, ya que el propósito principal de muchas de estas pruebas es clasificar a los estudiantes (también a maestros y colegios) convirtiéndolos en muchos casos en ganadores o perdedores dependiendo del puntaje, de manera que “los resultados de las pruebas tienen serias implicaciones para los individuos y los sistemas educativos; estas pruebas pueden crear exitosos o perdedores en relación a que son aceptados o rechazados dependiendo de los resultados”[5]
Otro gran defecto de las pruebas estandarizadas radica en que son diseñadas para un grupo específico de personas y son después transferidas directamente a otro grupo, el cual es completamente diferente para el que la evaluación fue diseñada. “Esto no debería hacerse porque es mucho más conveniente evaluar el conocimiento dentro del contexto en donde se está desarrollando”[10]. Cummins se une de alguna forma a esta perspectiva al decir que “poner a los estudiantes a tomar estas pruebas que han sido diseñados para otra cultura es someterlos a condiciones injustas y de desigualdad y que los datos obtenidos de esta manera no tienen sentido alguno”[11].
Por todas estas razones, es por lo que Popham nos advierte de los peligros de la mala utilización de estas pruebas estandarizadas al ser utilizadas para otros fines diferentes a aquellos para los que son diseñados. Es por ello que recomienda que estas pruebas midan el grado de dominio por parte de los estudiantes de destrezas cognitivas significativas, tales como su habilidad para escribir composiciones efectivas, su habilidad para usar las lecciones de historia para hacer análisis convincentes de problemas actuales y su habilidad para resolver problemas matemáticos de alto nivel, atendiendo a los contextos y a la diversidad de alumnado existente, pero las deroga totalmente para la medición de la calidad educativa por su falta de objetividad y eficacia. Entonces, el problema radica en que “si los educadores aceptan la posición de que los puntajes de las pruebas estandarizadas de logros no deberían ser usados para medir la calidad de la enseñanza, entonces deben suministrar otra evidencia confiable que pueda usarse para establecer la calidad de la enseñanza”.[12]
[1] Earl, L. (1996): Comprehensive Assessment and Accountability in The Knowledge Base for Educational. Reform, edited by K. Leithwood.
[2] Popham, W. J. (1999):“¿Por qué las pruebas estandarizadas no miden
[3] Popham, W. J. (1999):“¿Por qué las pruebas estandarizadas no miden
[4] Cummins, J. (2000). Theory as dialogue. In Language, power and pedagogy. Bilingual children in the crossfire. 1-30 y Cummins, J. (2000) Dilemmas of inclusion: Intergrating English language learners in standards-based reform. In Language, power and pedagogy. Bilingual children in the crossfire. 140-167
[5] Shohamy, E. (2001): Democratic assessment as an alternative. Language Testing. 18(4) 373-391
[6] Gardner, H. (1993): Inteligencias Múltiples: The theory in practice. Basic Books. 159-207
[7] Idem.
[8] Popham, W. J. (1999):“¿Por qué las pruebas estandarizadas no miden
[9] Gardner, H. (1993): Inteligencias Múltiples: The theory in practice. Basic Books. 159-207
[10] Idem.
[11] Cummins, J. (2000). Theory as dialogue. In Language, power and pedagogy. Bilingual children in the crossfire. 1-30 y Cummins, J. (2000) Dilemmas of inclusion: Intergrating English language learners in standards-based reform. In Language, power and pedagogy. Bilingual children in the crossfire. 140-167
[12] Popham, W. J. (1999):“¿Por qué las pruebas estandarizadas no miden
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